Quizás no me había dado cuenta de forma consciente, pero siempre me había parecido que era una chica muy sencilla y amable. Tenía un lindo rostro con unas mejillas sonrojadas, una mirada inocente, unos labios como fresas.

Ella estaba detrás de una mesa alta y me di cuenta de que parecía estar llamando a varios alfas, pero se había detenido en cuanto mencionó mi nombre.

Podía ver de nuevo esos ojos castaños mirándome de forma aterrada y yo tuve que usar toda mi fuerza para contener a mi lobo que deseaba gritar en frente de todos los alfas que ella era mi mate y prácticamente lanzarme sobre ella.

Y como si fuera peor aún, la mirada que ella me daba... no dejaba dudas de que me reconocía. Y me odiaba... me odiaba terriblemente.

¿Tenía que ser justamente una humana? ¿Ella entre todas las personas? Me preguntaba con amargura.

Cuando me acerqué veía que ella temblaba y daba varios pasos hacia atrás. Me odiaba y me temía. Su rostro seguía siendo lindo... a cada minuto que pasaba me parecía más hermosa. -Tú... aquí... le dije entre dientes.

No podía creer que mi mate había estado en este endemoniado pobre pueblo humano desde hace tiempo.... yo buscándola y ella siempre estuvo tan cerca.

¿Pero qué podía haber hecho? ¿Qué iba a hacer ahora? Ella estaba tan aterrada que ni me habló, su dulzura y linda timidez se había evaporado desde que me vio. Y yo ansiaba tanto escuchar su voz de nuevo.

-¿Estás bien? ¿Sucede algo?- me preguntaba David cuando tuve que alejarme de ella, controlándome como podía.

-Eso es lo que ella... —

-Pfff sí lo sé hombre... la traidora que hizo tanto daño a nuestra manada— me dice él y yo me quedo congelado.

-Ven, vamos a sentarnos por aquí dijo él, y aun cuando se hablan de temas importantes con los otros alfas, yo intento prestar atención la realidad es que solo puedo pensar en ella.

Mi lobo Connor me estaba volviendo loco prácticamente gritándome mi cabeza para que fuera a buscarla.

-¡Es una humana Connor... una enemiga de la manada además!— le decía yo.

-Es nuestra mate... la diosa luna la puso en nuestro camino por una razón-

-Ella no puede ser Luna de ninguna manera- decía yo, pero mi lobo no entendía de razones.

Quizás mi padre tenía razón e iba a enloquecer. Posiblemente, debí haber elegido una mate antes, así esto no hubiese sucedido. Solo la vería y sentiría... disgusto. Pero ya era muy tarde.

Tenía dos opciones, rechazarla y

vivir mi vida sabiendo que había encontrado a mi mate y le había dado la espalda y sabrá la diosa

luna que catástrofe vendrían. Omet

aceptaba a ella y me enfrentaba a mi manada y a todo el odio que podría traer haberles dado una Luna así. ¿Ella estaría a mi nivel? ¿Yo la amaría?

No podía... era un alfa... mi manada estaba primero. Ella no era nadie, era débil, era una chica común y cualquiera, no podría ser mi Luna. Y, sin embargo....

-¿A dónde vas?— escuché que me preguntaba David, pero yo estaba varios pasos adelante. No importaba a donde fuera siempre que siguiera ese olor maravilloso.

Pero la realidad es que... había apagado a mi lobo e iba a hacer lo único lógico: tenía que rechazarla. Creía que tenía opciones... pero realmente no las tenía.

Me acerqué a lo que parecía ser un baño sin importarme nada, escuché que ella ligeramente pronunciaba mi nombre y ahí la vi. Estábamos los dos solos y para bien o para mal. Me quedé prácticamente sin aire con la visión que tenía frente a mí.

Y todas mis resoluciones se cayeron como un castillo de barajas.

Tenía frente a mí las curvas más seductoras que he visto en mi vida, sentí que mis ojos se me iban a salir y la miré de arriba abajo disfrutando cada parte de su cuerpo y supe inmediatamente que esta mujer iba a ser mi muerte. Tenía un traje que lé quedaba de infarto, parecía hecha para tentarme.

Ella se veía aterrada mientras yo me inclinaba desesperado por sentir más de su aroma.

Y cuando acerqué mi nariz a su cuello... constaté que no había ninguna duda...ella era mi mía. Mi muy esperada mate.

Yo solo podía concentrarme en que ella no podía salir así frente a todos. No podía dejar que otro alfa la viera, así... la ropa apretada, su cuerpo mostrándose como no debía. Prefería morir. -Quítate la ropa- le dije de forma autoritaria y cuando se opuso prácticamente rompí su camisa.

Claro que luego me di cuenta de que había cometido un gran error, pues ahora ella estaba prácticamente semidesnuda frente a mí... y yo no podía creer que en algún momento hubiese pensado que ella era desagradable o una chica cualquiera o como el resto solía reírse de que era regordeta. Ella... era gloriosa.

Los pechos de Tatiana sobresalían agitados moviéndose por su acelerada respiración y me tenía hipnotizado, su cabello caía por sus brazos y podía ver más abajo sus amplias caderas. Tuve que suprimir el deseo desesperante de tomarla aquí en este preciso momento en este baño.

Y cualquier idea de rechazarla había salido volando por la ventana.

El miedo que ella me tenía me desgarraba, pero me encargué de arreglar su ropa y aproveché de sentir sus suaves curvas llevándome muy cerca del paraíso.

Por supuesto que rápidamente caía en la realidad de que si bien yo tenía dudas... era bastante obvio que ella no me quería. Tatiana salía corriendo rápidamente para alejarse de mí.

Yo me quedaba resoplando, excitado, viéndome al espejo.

Estaba acabado.

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