Sebastián

Odiaba ir al pueblo de los humanos, con todo mi corazón.

No sabía hasta qué punto era algo que yo sentía o simplemente algo que me habían inculcado desde que era pequeño. Pero hay cosas que uno tiene que hacer, aun cuando no quiere.

No solo mi manada había sufrido un ataque hace ya muchos años del que yo no podía olvidar, había muerto varios guerreros y amigos y yo evitaría que algo así volviera a ocurrir. Y parecía que se está volviendo algo más común y tenía que ser detenido cuanto antes.

-Henry, Marina... espero que todo esté preparado y que los límites estén seguros- le decía a unos de nuestros nuevos guerreros, eran jóvenes y muy fuertes y se habían tomado el tema de la seguridad como nadie. Yo sabía por qué... ellos había sufrido mucho.

-Está todo tal cual lo solicitó, le aseguro que puede irse sin problemas y que puede contar con nosotros... alfa- me respondían, corteses pero fríos también.

Siempre me habían agradado los hermanos huérfanos, no solo era unos excelentes guerreros, sino que eran buenos y considerados en la manda. Había perdido a sus padres hace ya mucho tiempo y había sobrevivido porque tenían a alguien... alguien que se había ocupado de ellos. Alguien que ya no estaba aquí... no me gustaba pensar en ella.

Creo que quizás me hubiese gustado tener alguien que se preocupara así de mí... alguien amable y cariñoso. Mis padres eran demandantes y poco considerado. Pero yo era un alfa... y suponía que se me debía criar para ser fuerte.

Me había traído a mi beta David y todo parecía que iba a ser normal, hasta que mi lobo Connor empezó a inquietarse... mucho más de lo que estaba normalmente.

-Hijo, ya estás en una edad en qué tu lobo va a enloquecer si no encontraba a su mate, solo tienes que elegir a una mujer respetable y hacerla tu Luna- decía mi padre.

Yo me resistía, consideraba que tenía que estar con mi mate destinada solamente, y que una mate elegida no era una opción. Pero desde hace ya algunos años la situación de los mates en muchas de las manadas se hacía cada vez más difícil y muchos elegían a alguien simplemente.

Inclusive cada vez era menos común encontrar al mate destinado, siendo ya casi una excepción, básicamente un milagro.

-Algo sucede en este pueblo- me dijo Connor desde el primer momento en que llegamos.

-Estos humanos tontos... realmente aún no puedo creer como subsisten. Supongo que si los hombres lobos no los propusiéramos... podríamos gobernarlos y serían algo así como nuestros súbditos... — dice alfa Marco cuando nos saludamos.

-A mí particularmente me gustaría gobernar a las chicas humanas... no serán como las de nuestras especies, pero supongo que están bien para divertirse un rato- decía otro alfa y escuchaba risas.

Si bien a nuestra manada no le agradaban los humanos, tampoco teníamos intenciones de hacerles daño. Pero desde hace ya un tiempo alfa Marco Razzio y otros han estado haciendo propuestas al Concilio para tratar a los humanos de diferentes maneras.

La manada Razzio de la familia de Marco era poderosa, pero se podría decir que, sobre todo, temida.

Yo recuerdo como ellos nos habían ayudado en aquel momento tan

luego para mi manada y mi familia,

luego de ese gran incendio y los ataques de los lobos rouges que vinieron después. Así que aun

cuando no estaba de acuerdo con él, éramos buenos aliados y amigos.

-Marco a veces me exaspera― decía Alfa Xavier, uno de los más respetados y con quien yo me sentía más afín. Era poderoso y con una manada grande.

-Debo reconocer que tiene ideas muy extremas- decía yo, pero en general intentaba mantenerme en paz con el resto de los alfas, ya que nadie quería hacerse enemigos.

Pensé que mi estadía en el pueblo

iba a hacer común y corriente cuando mi lobo se había quedado prácticamente paralizado de un momento a otro. Mi corazón latia desesperado, mis manos sudaban y en general mi cuerpo me decía que algo iba a suceder.

¡Mate! ¡Mate!— empezó a repetir Connor una y otra vez.

Los lobos pueden equivocarse en muchas cosas, menos

precisamente en esa. Y lo sentí... e aroma más exquisito del mundo. Era un olor a chocolate con fresas que me hacía agua la boca, y creía fietmente que me podía traer a la vida desde la tumba. Content

-¡Mate! ¡Mate!- Connor rugía y aullaba desesperado para que yo me acercara siguiendo ese fabuloso olor.

Y en esos breves segundos, mientras me dirigía a la entrada del restaurante donde nos íbamos a reunir, comencé a pensar que quizás alguno de los alfas había traído a alguien más.

Y por un momento temblé cuando escuché claramente mi nombre de una voz increíblemente melodiosa y supe instantáneamente que era mi mate que me llamaba.

¿Me conocería? Quizás era una chica joven. No había otra forma de que yo no la hubiese notado, mi lobo estaba tan inquieto que pensé que me iba a transformar de un momento a otro. -Mate nos está llamando, ¿qué esperas?- me urgía Connor y yo caminaba intentando mantener la compostura cuando vi a unos pasos de quién se trataba.

No puede ser.

Ella no solamente era humana, sino que yo... ya la conocía.

Yo mismo la había sacado a empujones de la manada, hace ya años. A mi mente vinieron flashes de sus ojos castaños llorando y a esos niños, los huérfanos... gritando mientras yo la tomaba del brazo y la sacaba casi a patadas.

Ella los cuidaba, ella los amaba. Ella era... casi una adolescente cuando la saqué.

Tatiana era su nombre, no podría olvidarlo.

Recordé cómo se reían de ella y los nombres que le ponían. Una chica regordeta y humana.

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