(Contenido fuerte)

No puedo creer la forma tan horrible en la que Fernando me ofendio. No tenía ningún derecho a hacerlo.

Divise la noche estrellada y me percaté de que comenzaron a reflejarse fuegos artificiales los cuales indican que ya es media noche.

—Feliz cumpleaños —Cuando levante la vista me percaté de que Diego está allí con Dos Copas con listones rosa azul en mano—Prepare esto para los tortolos ¿Dónde está Fernando?

—No sé ni me importa

—¿Por qué lloras Bell? Es tu cumpleaños, chiquita.

—Siempre me pasa lo mismo con él. —Tome la copa de Diego y la bebí rápidamente porque lo único que deseo es olvidar, él me acompañó bebiendo la Copa restante.

—Debías beber despacio, te hará daño.

—Ya nada me puede hacer daño.

Limpie mis lágrimas y me dirigí rumbo hacia la barra en busca de mi cartera perdida y mi amiga. Pero la segunda sigue bailando con Ariel y más que abrazados se están comiendo a besos mutuamente.

Quien también está bailando pegado a Tamara y otras dos mujeres es Fernando, el Rey del cinismo.

—Señorita no debería beber así —Me dice el mesero al percatarse que tome la botella de Tequila y bebí sin siquiera servirme en el tarro

—¡Belinda Ya! —Diego me la arrebata de las manos

—Es mi cumpleaños, Diego.

—Bien

Tome mi botellita y me aleje rumbo hacia el jardín en el cual el me llamo “Zorra” y continúe bebiendo durante unos minutos.

No soy una experta en la materia de bebida, pero me di cuenta de que estoy demasiado mareada para no haber llegado ni al cuarto de la botella.

Me levanté del asiento en el cual me encuentro pero nuevamente caí.

—Estás muy mal.

—No bebí tanto —Me percató de que veo a Dos Diegos —Se me estalla mi pobre cabecita, no es justo.

—Belinda no volveremos a vernos en mucho tiempo. Sé que es tu cumpleaños, pero yo quiero pedirte algo.

—Dígame jefe —Lleve mis manos a su cabello jugando con él

—Quiero un último beso

—Está bien te convertiré en príncipe —Uní mis labios a los suyos en un beso corto el cual él me siguió

Me percaté que Ariel y mi amiga se están acercando aunque estos dos parecen uno de lo pegado que están.

—Vayan a una habitación.

—Diego me prestas tu depa por hoy ¿Belinda se ve horrible? —Comenta Ariel

—La estaba llevando a su casa. Por favor no me hagas tío. —Le dice mientras le lanza las llaves

—¿Estás bien, Bell?—Pregunta mi amiga

—Perfecta —No logró dejar de reír

Les lancé un beso antes de que se alejen

—Te llevaré arriba así te recuestas.

Negué con la cabeza, pero antes de pestañear él me cargo en brazos como si yo fuera una especie de pluma.

Permití que él me cargará y cerré los ojos inhalando el aroma de su colonia en su hombro.

En menos de diez minutos llegamos a una especie de habitación y me percaté de que el cerro la puerta detrás de él.

El lugar es enorme y muy lujoso, es lo que a penas logró ver con mí nublada vista.

Creo que Diego se ha transformado en Fernando mágicamente, pero como es eso posible.

—¿Estás bien? —Pregunta cuando me deja caer en la cama de espaldas.

—Tienes la voz de Diego

Él ríe fuerte —Soy Diego, muñeca.

Me levanté como pude y pude observar desde la ventana las luces del jardín y se escucha un leve sonido de música.

—Vamos abajo quiero bailar

—Baila para mí —Me dice mientras se quita el saco

Lo primero que hice fue deshacerme de mis zapatos de tacón luego me sostuve del mueble intentando bailar sensualmente, pero no logró mantenerme en pie.

—Ven acá princesa —Él toma mi cintura y une sus labios a los míos en un beso efusivo el cual emana calor a cada rincón de mi cuerpo

No comprendo por qué siento como si fuera un volcán a punto de hacer erupción. A pesar de la ropa siento mis pechos erectos y mi entrepierna húmeda.

—Hace calor

—Tienes mucha ropa, muñeca. —Él me vuelve a cargar en brazos para llevarme a la cama nuevamente, sin embargo, está vez me quita el vestido de la cabeza para arriba.

En pocos segundos él se despojó de su camisa y su jean quedando en ropa interior.

Me percaté de que encendió su celular y lo posicionó en un mueble lo cual me pareció muy extraño.

El calor en mi cuerpo solamente aumenta.En este instante incluso me calentaría ver a un cura o a cualquier hombre.

Sentí sus labios en mi muslo mordiendo y succionando mi piel la cual siento que arde.

—Me encantan tus piernas

Sus labios subieron atravez de mi cuerpo desde mis piernas y mi ombligo hasta llegar a mi cuello y mi hombro.

Siento sus besos húmedos y mordidas efusivas en mi cuello y hombro mientras el roce de su erección crece en mi estómago.

—Hace un año me la pones dura. Es hora de quitarme las ganas de una puta vez.

Él manipula mi cuerpo con facilidad el cual no logró controlar y desabrocha mi brasier despojándome de él.

Acto seguido comienza a saborear mis pechos uno a la vez para luego succionar y morder mis pezones mientras su mano libre se adentra en mis bragas masajeando mi zona íntima.

—Ah —No logró callarme, pero no siento siquiera una pisca de vergüenza

—¿Te gusta, deliciosa?—Me pregunta mientras adentra uno de sus dedos en mi entrada y el otro masajea mi clítoris.—¿Te gusta como me tocó?

Su manera de tocarme no es delicada sino brusca adentrando y sacando sus dedos, porque ya unió otros de mi interior y provocando mi humedad.

Él volvió a separarse de mi cuerpo y deslizó mis bragas desde mis piernas para abajo también me percaté que de despojo de la única prenda que lo cubre.

—Fer —Es lo único que logró formular

—Soy Diego —sentí sus labios en los míos en un beso salvaje. —Tu dueño, Belinda.—sus labios se deslizaron hacía mi cuello —Me vuelves loco, ya no aguanto más.

—¡Diego No! ¡No!

—Shhh— Cuando lleva sus manos a sus labios lo veo claramente

—Fer,Te amo mucho, mi amor.

—Hoy seré quién quieras. Te amo, te amo. —Siento nuevamente sus labios en los míos —Eres mía, solamente mía y no de él. Tu piel y tu cuerpo son solamente míos, Belinda.

Él me embistió de un solo movimiento logrando que me queje, pero eso no lo detuvo y prosiguió moviéndose con velocidad mientras susurra en mi oído que le pertenezco.

Cada segundo me embiste con mayor fuerza incluso se apoya en la cama para lograr mayor velocidad.

Cuando termino adentró mío él se dejó caer a mi lado y abrazo mi cintura.

—Eres mía, me convertí en esto por tu culpa. Solo muerta te irás de mi lado.

Es lo último que recuerdo antes de perder la conciencia.

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