-Tú no eres mi Alfa... — le dije y lo veía agitado.

-Tú mismo me sacaste de la manada, me echaste como si yo no fuera nada. Tú no eres nadie para mí...

-Te guste o no... yo me quedaré aquí. Es mi deber- dice y me doy cuenta de qué es lo que sucede.

Los alfa son muy sobre protectores y posesivos. Tener gente en la manada es tener más preocupaciones, pero también... mientras más grande es la manada, más poderosos son.

Y probablemente en su cabeza, aun cuando yo había dejado la manada... seguía siendo de él, una pequeña oveja más en su rebaño. Aun cuando fuera un asquerosa humana. Todo era poder e interés.

-Tú me dejaste afuera lejos de mi familia cuando yo era solo una niña. Me dejaste caminando sola por el bosque hasta llegar al pueblo, me pudo haber pasado cualquier cosa, ¿no lo crees?—

-Tú dijiste que nos ponían en peligro... cosas que no se deben decir a hombres lobos-

-Tampoco pudiste ver si lo que decía era verdad, si es que realmente te preocupa proteger a tu gente-

-Tú no sabes nada de eso... - dice él tensando su mandíbula.

-Es verdad, no lo sé... pero no tengo que ser muy inteligente para saber que eres un alfa mediocre al que no le importo echarme, aún cuando yo intenté ayudarlos- le digo e inmediatamente él reacciona a mis palabras. Me sostiene fuertemente de los hombros y yo me asusto.

Los humanos no tenemos instinto de supervivencia, había dicho Marco y quizás era verdad. Yo podría estar en mi propia casa, y no ser de la manada de él.

También podría tener a mis hermanos muy cerca... pero con todo y eso yo podía ver claramente que él era un Alfa muy fuerte. Era inmenso y su lobo debía ser poderoso. Y aquí yo estaba enfrentándolo, como una tonta.

Los ojos de Sebastián se oscurecieron y yo veía que su respiración se agitaba mientras me sostenía de los hombros, era un agarre fuerte pero sin presionarme demasiado.

Honestamente, pensé que me iba a tirar contra la pared y no sabía si iba a salir viva, pero hizo otra cosa, algo que no imaginé.

Se inclinó, casi temblando, hasta que juntó nuestras narices, y el movimiento fue tan rápido que no lo pude evadir.

Sebastián colocó sus labios sobre los míos y presionó suavemente como si me degustara. Podía sentir su aliento cálido y su perfume, la punta de su nariz cerca de mi mejilla, y escuchaba unos ligeros sonidos que provenían de su garganta.

Su calidez me embargó... de repente estaba envuelta en una sensación deliciosa, yo no quería esto, pero su boca... me hipnotizaba, llamándome, haciendo todo lo que tenía que hacer, como si me conociera, como si realmente me conociera.

Él ahora me abrazaba mientras inspeccionaba más mi boca. Yo no podía entender qué estaba sucediendo y por un momento dejé de pensar.

Él me estaba besando de una forma

en que jamás había sido besada, con pasión y locura. El que había sido mi alfa, un personaje oscuro esta historia, del cual yo quería

y los cambiaba, los hacía ser otros, los gobernaba y llamaba suyes. Era

alejarme... tomaba mi

inexplicable.

Por fantásticos segundos fui transportada al país de las maravillas, conocí el verdadero sabor dulce, el delirio y la grandeza. Él era un alfa, una especie superior... y mis labios quizás lo deseaban más de to debido.

Lo sentía en casi todo mi cuerpo y por un momento... solo disfrutaba.

Hasta que en mi cabeza volvió todo: los malos tratos, las humillaciones... el odio y el miedo.

Quizás solo quiere burlarse de mí.

Quizás simplemente marcar su territorio, vengarse... acabar

conmigo y caí como tonta. Y cuando sus manos pasaron por mi espalda y me estrecharon contra él... yo temblaba.

Me sentí una tonta mariposa que quiso volar muy alto, cuando en realidad era eso... un insecto. Una especie pequeña en un mundo de fuertes.

Lo escuché suspirar entre mis labios mientras apoyaba su frente en la mía.

—Tatiana..... — me dijo y se veía inusualmente tranquilo, quizás hasta reconfortado.

Quizás sí tenía sentido de supervivencia y ahora el terror se apoderaba de mí. Sabía que esto no podía estar sucediendo, que no era nada bueno, algo dentro de mí lo decía. -Por favor no me hagas daño... - dije en un hilo de voz, alejándome, y él ahora me miraba a los ojos y la expresión en su precioso rostro era adolorida.

-Yo no.... yo no podría- decía negando con fuerza.

-Por favor vete de aquí... déjame, no te quiero aquí le decía y mis dientes rechinaban de mis temblores.

Su expresión era desconcertante, parecía estar sufriendo. Yo no sabía en qué se había convertido Sebastián luego de tantos años, pero no podía ser nada bueno.

-Lo juro yo... - decía y de repente sentí gotas en mi cara y entendí que estaba llorando.

-Por favor... no me toques-dije y poco a poco fui cayendo al suelo, mi espalda apoyándose en el sillón hasta llegar al piso donde me senté y tomé mis piernas, abrazando mis rodillas y me largué a llorar.

Podía ver de reojo que él seguía ahí parado, parecía que no sabía qué hacer hasta que después de un tiempo escuché sus pasos y el sonido de la puerta. Al poco tiempo escuché un lobo aullar a lo lejos. Se había ido... por fin.

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