Capítulo 33 

Nerea miraba con una sonrisa triunfal a Amapola, pensando que ella no había logrado su cometido y debía estar furiosa. 

Cuando se giraba para disculparse con Roman, él se adelantó, -Lo siento, no sabía que ella era tu hermana. 

-¿Qué? 

Nerea arqueó una ceja, mejor que no lo supiera, ¡mucho mejor! 

-No te preocupes, pero… tu pantalón… 

Bajo la vista y, al ver exactamente donde estaba mojado el traje de Roman, levantó rápidamente la cabeza, recordando inapropiadamente la última vez que lo vio antes de huirse del hotel. 

¡Esa cosa grande y voluminosa! 

Este Amapola realmente tenía agallas, lanzándole el vino con tanta precisión. ¿No temía que Roman se enoje? 

Roman bajó la mirada, con sus ojos oscureciéndose, Voy al baño a arreglarme. 

Nerea se hizo a un lado rápidamente, -¡Claro! 

Javier:-Señorita Nerea, ¿qué hace por aquí? 

-Me voy de viaje. 

-¿A San Esteban? ¿Qué coincidencia, no? 

-¿Qué más crees que estoy haciendo aquí?- Nerea lo miró con escepticismo, con una sonrisa burlona, -¿Crees que el Sr. Roman tiene tanto encanto que vine aqui para encontrármelo por casualidad? 

Javier se apresuró a decirle, -¡Por supuesto que no! 

Aunque quería cubrirle la boca cuando escuchó su tono de voz elevado, aunque ya sabia que ella no estaba interesada en Roman, ¡no había necesidad de ser tan hiriente! 

Javier simplemente pensaba que ella y Roman tenían una especie de destino, encontrándose una y otra vez después de la fiesta, aunque fuera un destino maldito. 

Cada encuentro parecía destinado a herir a Roman, ya fuera dulce o amargo, como la última vez en Cantante Con Máscara. 

-Disculpa lo de hoy, mejor me voy… 

Nerea hizo un gesto con la mano para despedirse, pero entonces vio a Amapola lanzándole una mirada furtiva. 

¿Esta niña todavia esperaba algo? Con tanta perseverancia, no era de extrañar que 

Roman estuviera tan enamorado de ella… 

-Disculpa, señorita, ¿podría hacerse a un lado? 

en su vida pasada 

Varios cocineros comenzaron a traer platos desde la cocina, trayendo deliciosas comidas que hacían agua la boca. 

Nerea se quedó boquiabierta, ¿Estos… son cocineros que trajeron ustedes? 

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Javier asintió, -Si, al jefe no le gusta mucho la comida de fuera, por eso siempre lleva a su chef privado cuando viat 

-¿Es tan exigente? ¿Qué se creen, que el avión es de su propiedad? 

-El aeropuerto de San Esteban de hecho pertenece al Grupo Dazz. Hoy, debido a un viaje de negocios de última hora y a que no pudimos preparar a tiempo nuestro avión privado, decidimos imos en este vuelo. 

Bueno, Nerea no entendia el mundo de los millonarios, pero ya tenia un plan para frustrar las intenciones de Amapola. 

-La verdad es que yo tampoco me siento muy bien del estómago. Desde que subi al avión no he comido mucho, y ahora que veo esto, me ha dado hambre… 

Javier se quedó mirándola en silencio 

¡Pero si acaban de subir al avión! 

Nerea le lanzó una mirada significativa, y Javier, confundido, no entendia el mensaje. 

Diez minutos después, cuando Roman regresó del baño, se encontró con esta a escena. 

Nerea estaba sentada con las piernas cruzadas en un rincón del sofá, su cabellera de color lino casi cubría su pequeña figura, sosteniendo en la palma de su mano un jugoso trozo de melocotón, comiéndoselo poco a poco. Sus mejillas se hinchaban suavemente con cada bocado, y sus pestañas negras parpadeaban, haciendo que pareciera una elfa de cuento de hadas comiendo melocotones a escondidas, adorable y astutamente satisfecha. 

Nerea, sorprendida por la repentina aparición de Roman, tartamudeó, -¡Fue Javier quien me dijo que comiera! 

Javier, sentado a la fuerza a su lado y también acusado injustamente: ¡Yo no fui, no tengo la culpa! 

Sin embargo, Roman no reaccionó, solo la miraba fijamente. Nerea, viendo que parecía haberse quedado embobado, o quizás encantado por ella, le hizo señas con la mano, -¿Sr. Roman? ¿Sr. Roman? ¿Roman? 

Roman volvió en sí y rápidamente recogió su mirada, moviendo varios platos de comida y postres frente a ella, -Come lo que quieras. 

-¡Eres lo máximo!- Nerea mostró una dulce sonrisa de satisfacción, -¡Entonces voy a comer a mi antojo! 

Se arremangó su camisa, justo cuando iba a servirse del estofado, su cubierto chocó delicadamente con el de Roman. Sin embargo, ella había cogido un trozo de carne, mientras que Román habia apartado los trocitos de cebolla. 

-¿Tampoco comes cebolla?- Ella lo miró sorprendida, como si hubiera encontrado a un alma gemela, -Qué coincidencia, a mi tampoco me gusta. ¡Parece que tenemos gustos similares, así que podríamos comer juntos! 

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