Capitulo 90 

Violeta regresó a su habitación, cerró la puerta y se sentó en el suelo, sintiéndose tan sofocada que le costaba respirar. Lo que la angustiaba era la desconfianza de Maurino hacia ella. 

Maurino subió las escaleras y se detuvo frente a la puerta de la habitación contigua a la suya, escuchando la voz que surgia desde adentro, todavía cargada de agravio: “Si no confías, pues no confies. Al final, Lucrecia será tu esposa. Ustedes son una familia, tú tienes a alguien que te gusta. Mañana, dejaré que Adrián me consuele

La primera parte del comentario no alteró al imperturbable Maurino, pero al escuchar la segunda parte, su mirada se intensificó y un torrente de emociones lo atravesó, para luego desaparecer rápidamente, eludiendo su comprensión. 

Violeta fue al baño a lavarse la cara y luego de poner la alarma, se acostó a dormir. 

En el estudio, Maurino revisó el contenido de las cámaras de seguridad del dia, desde el inicio hasta el final del incidente, un total de dos horas. 

Maurino no sabía cuánto tiempo llevaba mirando las imágenes en la pantalla, pero su mente estaba llena de imágenes de la chica sonriendo radiante al ver a la persona que alegraba su corazón. 

La Violeta de antes solo habia sonreido asi para él. 

Esa sensación era como si algo que habia cuidado por años le fuese robado. sigilosamente. 

¡Le molestaba mucho! 

La luz del estudio se apagó por completo hasta bien entrada la noche. 

En la oscuridad, Maurino, vestido con pijama, se detuvo frente a la puerta del cuarto de la chica. Dudo al tocar la manija y después de unos segundos, decidió no entrar y regresar a su habitación. 

Violeta solo escuchó un leve ruido, se dio la vuelta y volvió a dormirse casi de inmediato. 

Al amanecer, el cielo comenzó a iluminarse. 

La criada, preparaba el desayuno temblando y dejó una taza de leche caliente en el lugar donde Violeta solia sentarse. 

La empleada que subió para despertar a Violeta se sorprendió al encontrar la cama vacía. Su mirada se posó en la mesa, donde solo habia una nota y una tarjeta bancaria. 

Al leer la nota, giró sobre sus talones y corrió escaleras abajo. 

“¡Es una emergencia, es una emergencia!” 

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Señor, la Srta. Violeta se ha ido de la mansión. Se llevó todas sus cosas y solo dejó esta nota y estas tarjetas.” 

Maurino tomó la nota con dedos y al leerla, su expresión se cubrió de una frialdad glacial. Lo siento, hermano. Creo que no pertenezco aquí. Prefiero mi antiguo hogar. Hermano, me voy y ya no necesitas pasarme a buscar los fines de semana. Volveré a visitarte en vacaciones, cuidense la Srta. Salazar y tú. Por favor, disculpame con mi cuñada, no quise arruinar su sesión de fotos de compromiso. ¡De verdad, lo siento! 

Detrás de la nota había un dibujo de una niña con los ojos cerrados, exprimiendo lágrimas

Maurino estrujó la nota con fuerza, al final, todo se debía al incidente de ayer. 

Pensó que Violeta se había ido porque todavía estaba enfadada por el compromiso. 

Por ser huérfana, la chica siempre fue más sensible que nadie. 

Lo que más temía era que Maurino la dejara atrás. 

Él temía que ella no lo quisiera. 

Maurino solo podía tenerla consigo para cuidarla pues, ante cualquier muestra de desagrado o repulsión por parte de extraños, Violeta se alejaría mucho, manteniendo su distancia de todos con cautela, temerosa de acercarse. 

La peligrosa atmósfera que repentinamente se extendió por todo el vestíbulo era inusual en un hombre cuyo estado de ánimo siempre fue tranquilo y equilibrado. 

“¿Qué le han hecho todos ustedes a ella?” 

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