Capítulo 88 

No he mentido ni una vez, fueron ellas las que dijeron que no debería quedarme aquí, por eso me fui, ¿acaso hice algo mal? 

Si, por teléfono te dije que estaba con una amiga de compras, pero lo hice porque sé que no te cee bien Adrián y por eso no te dije que estaba con él. Aquí, ellas me dijeron que sobraba, que pronto Lucrecia sería la dueña del lugar, ¿con qué derecho iba yo a mudarme a vivir contigo? Si me hubiera quedado con tal descaro en la mansión, no quiero ni pensar cómo me hubieran difamado. 

Aparte de ti, aquí no conozco a nadie y estoy en un lugar completamente desconocido. Si no hubiera llamado a Adrián para que viniera por mí, no sé qué tipo de abusos tendría que haber soportado. 

Después de lo que me dijeron, ¡todavía crees lo que ellas dicen! 

Si lo hubiera sabido, mejor no hubiera venido aquí desde el principio. 

Maurino miraba sus lágrimas cayendo; en otros tiempos, él habría secado esas lágrimas y consolado a la niña frente a él. 

Pero las mismas palabras, repetidas una y otra vez, terminan por perder su credibilidad. 

Los ojos oscuros de Maurino, como agujeros negros insondables, parecían querer ver a través de ella. “Violeta, todos estos empleados han sido rigurosamente entrenados por la familia Salazar antes de que pudieran entrar a la Villa del Sol y han sido seleccionados personalmente por Lulu. Ella no se equivoca.” 

Violeta se secó las lágrimas con la mano y asintió, escuchando cada palabra que Maurino pronunciaba sobre Lucrecia. 

Era evidente, simplemente no era de fiar. 

Maurino podía confiar en Lucrecia completamente, sin reservas, pero nunca en ella. 

Violeta no dijo nada más, ni se molestó en explicar nada. 

“Es así, en tus ojos, Lucrecia siempre tiene la razón. Incluso prefieres creer lo que dice la gente a su alrededor.” 

En su vida anterior, él también lo hacía, sin importar lo que Lucrecia hiciera o dijera, él siempre le creía, siempre pensaba que Lucrecia tenía la razón. 

Ella era la que no entendía, la que solo decía mentiras. 

Violeta sacó una billetera rosa de su mochila, sacó su tarjeta escolar y todo el dinero que tenía, incluyendo su tarjeta bancaria, y lo dejó todo en la mesa a su lado, con los ojos 

llenos de lágrimas y mirando a Maurino con resentimiento, “Me gusta Adrián, te detesto a 

  1. ti. 

De ahora en adelante, no quiero que te ocupes de mil 

Violeta se dio la vuelta y corrió hacia la salida de la Villa del Sol, corriendo sin saber por cuánto tiempo hasta que, agotada, finalmente se detuvo. 

Las lágrimas caían más y más, por más que las secaba con la mano, no podía detenerlas

¡Lucrecia! 

¡Lucrecia! 

¡Maurino solo tenía a Lucrecia en su corazón! 

¿Por qué no podía confiar en ella? 

En su vida pasada, Lucrecia tropezó, se torció su tobillo y cayó a la piscina, Maurino asumió que había sido su culpa sin que ella dijera una palabra. 

Ernesto iba manejando cuando de repente recibió una llamada del presidente diciendo que la pequeña había huido de casa otra vez. 

Dio media vuelta en el coche para buscarla y allí la encontró, caminando y llorando, limpiándose las lágrimas, la pobre Violeta. 

“Señor Paz, la he encontrado.” 

Un deslumbrante faro de luz se acercó y Violet

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