Capítulo 33 

Ainhoa llegó a la comisaría y encontró a Leonor en la sala de interrogatorios, esposada. Con una expresión serena, estaba defendiéndose ante el oficial sin mostrar signos de miedo. Ainhoa se acercó rápidamente y preguntó con cortesia: “Hola, soy su amiga Ainhoa, ¿qué ha pasado?” 

Sin esperar respuesta del oficial, Leonor se adelantó y dijo: “Después de que desapareciste ayer, Iker fue at pedirle ayuda a su padre por ti, y me quedé sola. Supuse que fuiste a buscar a ese imbécil, y que con el disgusto te fuiste a beber al bar. Justo vi a Irene allí, estaba pavoneándose hablando de lo de Martin, deberías haber visto la cara de satisfacción que tenía. No me contuve y la insulté un poco, pero solo fueron unos insultos, y esta mañana, me trajeron aquí, diciendo que el auto de Irene había sido vandalizado y sospechan que fui yo. No importa cómo lo explique, no me escuchan“. 

Al oir el nombre de Irene, Ainhoa apretó los puños con fuerza. Sabia, sin tener que pensarlo, que era una de las típicas trampas de Irene, igual que cuando la atacó a ella. Sus bellos ojos se enfriaron en un instante. Su voz también perdió la calidez que tenía al entrar. 

“¿Tienen alguna prueba de que fue mi amiga la que dañó el auto?” Preguntó Ainhoa. 

“Encontramos uno de sus pendientes cerca del auto de Irene, que hace juego con el que lleva en la oreja. Además, hay un testigo ocular, esa mujer de allá, que dice haber visto a Leonor destrozar el auto“. Respondió el oficial. 

Ainhoa dirigió inmediatamente su mirada hacia la mujer. Con solo una mirada, se quedó paralizada. La cara de la mujer había envejecido mucho desde la última vez, pero Ainhoa la reconoció al instante. Un sudor frio le recorrió la espalda y apretó los puños con fuerza. Miró fijamente a la mujer con una mirada sombría. 

Leonor, notando que algo no iba bien, le tomó la mano y preguntó: “Ainhoa, ¿la conoces?” 

Ainhoa salió de su pesadilla, negó con la cabeza, temblorosa contestó: “No, no la conozco*. 

Leonor realmente muy indignada con lo que le sucedia dijo: “Eso está bien, no dejaré que Irene salga con la suya. No le bastó con molestarte a ti, ahora se atreve a hacerlo conmigo, la llevaré a juicio hasta que quede en la ruina. Y a esa mujer también la demandaré!” 

En ese momento, se escuchó la voz de Irene desde afuera: “Enzo, en realidad no sabia que la señorita López era amiga de la secretaria de la Vega. Si lo hubiera sabido, esto no habría pasado. ¿Qué son mil cien euros más para un auto? Si está dañado, está dañado, mi padre me comprará otro. No dejes que la secretaria de la Vega lo malentienda, dejemos el asunto aquí, retiro la denuncia.” 

Ainhoa se giró y vio a Enzo acercándose con un traje negro y una expresión sombria. Irene estaba a su lado, agarrando la manga de su chaqueta. Al ver de nuevo esa escena, Ainhoa pensó que se sentiria herida como en el pasado. Pero en ese momento, sorprendentemente, no sentía nada; miró con indiferencia cómo se acercaban. 

Por su parte, Leonor estaba furiosa, mirando a Enzo y maldiciendo: “Canalla, te comes lo de tu plato y aún anhelas lo de la olla, te maldigo a ti y a tus ocho generaciones!” 

La mirada profunda de Enzo escudriñaba a Ainhoa, como si buscara alguna emoción en su rostro. 

Pero después de un rato, no vio lo que esperaba. De repente, sintió un nudo en el pecho. 

Se inclinó hacia Ainhoa y susurró en su oido: “¿Por qué no le demuestras si realmente puedo o no?” 

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