Capítulo

Al escuchar esas palabras, el rostro de Enzo se enfrió de repente y sus ojos profundos fijaron su mirada intensamente en Ainhoa mientras le decía: “Te dije que no me casaría, si no puedes con el juego, no deberías haber aceptado desde el principio.” 

Los ojos de Ainhoa se tiñeron de un rojo tenue y dijo: “Porque al principio éramos dos, y ahora somos tres.“– 

“Ella no puede amenazarte.” 

Ainhoa soltó una risa amarga y sarcástica y le reprochó: “Una llamada suya y me 

abandonas, sin importarte lo que me pase, Enzo, dime, ¿qué se considera una 

amenaza?” 

La ira era evidente en los ojos de Enzo cuando le preguntó: “¿Ainhoa, tanto drama por un dolor de ovarios?” 

“¿Y si estuviera embarazada?” 

“No intentes usar un niño para manipularme, ¡siempre he sido cuidadoso!” 

La voz del hombre era fría y sin vacilaciones. Si ese niño aún existiera, probablemente también la arrastraría a deshacerse de él. El último destello de ilusión en el corazón de Ainhoa se extinguió por completo. Ella apretó los puños tan fuerte que las uñas se clavaron en su carne sin sentir dolor. Levantó su barbilla con una sonrisa amarga mientras volvía a hablar: “Una vez dijiste que solo hablaríamos de amor y no de matrimonio, que si uno de nosotros se cansaba, nos separaríamos amistosamente. Enzo, estoy harta, rompamos.” 

Ella lo dijo con claridad y sin rodeos. 

Pero nadie sabía que su corazón se desangraba en ese momento. Las venas en el dorso. de la mano de Enzo resaltaban, y su mirada se posaba feroz sobre Ainhoa mientras le 

ack Sabes las consecuencias de decir eso?” 

“Sé que te molesta escuchar esas palabras de mi boca, pero Enzo, estoy cansada, no quiero un amor de tres.” 

Antes ella era demasiado idealista, creyendo que el amor era suficiente, sin importar el matrimonio. Pero estaba equivocada, porque el corazón de Enzo nunca estuvo con ella. 

Enzo agarró la barbilla de Ainhoa con fuerza mientras le decía: “¿Intentas forzarme a casarme contigo con eso? Ainhoa, te subestimé, o quizás te crees demasiado.” 

Ainhoa lo miró con profunda decepción y le dijo: “Piensa lo que quieras, hoy me mudo de aquí.” 

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Capitulo J 

Dicho eso, se levantó de la cama y se dispuso a marcharse, pero Enzo la atrajo hacia él bruscamente. Sus labios húmedos y calientes capturaron los de ella con precisión. Su voz baja y magnética llevaba un toque de frialdad: “¿No temes que la familia de la Vegal vuelva a sus días oscuros sin mi? Eso es lo que conseguiste con tres años de tu juventud.” 

La mente de Ainhoa explotó de incredulidad, y abrió los ojos desmesuradamente mientras preguntaba: “Deja las cosas claras, ¿qué tres años de juventud?” 

Los dedos fríos de Enzo jugaban descuidadamente con la marca de sus dientes en sus labios, mientras una sonrisa burlona se dibujaba en su rostro y decía: “Armaste una trampa para que te rescatara y estuviste dispuesta a seguirme incluso sin casarnos, ¿acaso no era para salvar a la familia de la Vega? ¿Tienes otra razón que me haga creer?” 

Tres años atrás, la familia de la Vega había enfrentado una crisis económica sin precedentes. Después de que Enzo comenzó a salir con ella, ciertamente había proporcionado muchos negocios a la familia de la Vega, ayudándolos à superar la crisis. Ella pensó que era porque Enzo la quería, por eso estaba dispuesto a ayudar. 

Ainhoa preguntó con los labios temblorosos: “Entonces, ¿todos estos años tus atenciones han sido solo un acto sin un ápice de sentimiento?” 

Enzo se enfureció tanto con esa pregunta que sus sienes palpitaban y dijo con los dientes apretados: “¿Crees que tomaría en serio un juego de pasión sin corazón?” 

Esas pocas palabras hirieron profundamente a Ainhoa. Ella había dado tres años de amor sincero, y Enzo lo había tratado como un crudo intercambio de dinero por placer. Solo ella había sido lo suficientemente tonta para pensar que él la amaba. Al pensar en eso, Ainhoa sintió que cada centímetro de su piel se desgarraba en dolor, como si los perros de caza la hubieran despedazado. La tristeza en sus ojos se volvió fría mientras decía: “Tres años de juventud deberían ser suficientes para devolver el favor al presidente Castro, ahora estamos a mano, que a partir de ahora cada uno siga su camino y tenga paz.” 

rostro 

Enzo miró fijamente ese desafiante de Ainhoa, y la ira en sus ojos se intensificó. 

“Escucha, Ainhoa, te doy una noche para pensar, ¡luego hablamos!” Le advirtió él, luego. se giró y se marchó con un aura fría y severa. Dejó a Ainhoa sola, encogida en la cama. Las lágrimas que había estado conteniendo se deslizaron por sus mejillas sin que ella se diera cuenta. Su cariño de siete años, más tres años de cuidados meticulosos y al final, para Enzo, todo era un trato vergonzoso. En el juego del amor quien se enamoraba primero, era el perdedor. Y más aún, cuando ella había caído cuatro años antes que él. Había perdido de forma desastrosa y era una visión lamentable. 

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