Capítulo 12 

“No tienes por qué hacer esto, yo no soy esa clase de persona, si no te sientes bien, no voy a obligarte.” 

“No me gusta deber favores, especialmente si tienen que ver con Irene, señor García, espero que no olvide nuestro trato.” 

Ainhoa terminó de hablar, asintió levemente hacia César y luego se dirigió hacia la enfermera que ya la esperaba diciendo: “Llévame a donar sangre, por favor.” 

“¡Ainhoa!” Enzo la atrajo hacia él de un tirón, mirándola fijamente. 

“¿Qué querías con César? ¿Acaso me estás ocultando algo?” 

Ainhoa lo miró fríamente, con una sonrisa tenue en los labios y dijo: “¿Qué pasa, temes que busque a otro mecenas? Tranquilo, por muy desesperada que esté, no me lanzaría sobre tu amigo.” 

Dicho eso, se zafó sin piedad del agarre de Enzo y, con la espalda erguida, siguió a la enfermera. Enzo sintió como si le hubieran dado un golpe fuerte en el corazón. Observó la silueta de Ainhoa alejándose, y sus manos se cerraron lentamente en puños. Veinte minutos después, Ainhoa salió de la habitación. Su rostro, pequeño como la palma de una mano, estaba pálido como el papel. Sus labios, antes rosados y 

brillantes, en aquel momento no tenían ni un ápice de color. Su mirada estaba apagada y vacía, mientras que su cuerpo tambaleaba. Se apoyaba en la pared mientras caminaba por el pasillo hacia afuera. 

Enzo dio un paso para seguirla y la levantó en brazos, con una mirada indecible en sus ojos. 

“Te llevaré a descansar un poco.” Dijo Enzo. 

Pero antes de que pudiera moverse, la voz de una joven enfermera llegó desde atrás: “Presidente Castro, la señorita García está muy alterada, llorando y quiere verlo, por favor vaya rápido.” 

Ainhoa miró a Enzo con una mirada indiferente, sus pálidos labios dibujaron una sonrisa burlona. 

Durante la extracción de sangre, habia sentido cómo se le oscurecia la vista, con ganas de desmayarse. Se había forzado a salir de la habitación. Al ver que Enzo se habial acercado a ella, todavía tenia esa pequeña esperanza. Quería decirle que no podía más y que se la llevara lejos. Pero al oír las palabras de la enfermera, se rio de si misma con sarcasmo. Entre Irene y ella, Enzo nunca la elegia a ella. Y así fue. 

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Capitulo 12 

Enzo vaciló por un momento. La dejó en el suelo y le dijo con voz firme: “Espérame aquí.” 

Ainhoa pareció mirar con calma cómo Enzo la soltaba y corría hacia la habitación de Irene. Inmediatamente bajó la cabeza, ocultando sus ojos ya húmedos. 

“Señorita de la Vega, la acompañaré a casa.” César se acercó para ayudar a Ainhoa, pero ella lo rechazó con un gesto. 

Lo miró desafiante y le respondió con voz fría: “Señor García, ya estamos a mano en cuanto a favores, no quiero deberle nada más.” 

Dicho eso, apoyándose en la pared, comenzó a caminar hacia la salida. Sentía las piernas temblar, la vista cada vez más oscura y su fuerza desvaneciéndose. Pero aun así, se obligó a bajar por las escaleras. Quería salir del alcance de la vista de la familia García y salir del lugar donde estaba Enzo. Sin embargo, no había ido muy lejos cuando su cuerpo no pudo más, y todo se volvió negro ante sus ojos, cayendo hacia el suelo. Justo cuando pensaba que se estrellaría contra el piso, una mano fuerte sujeto su cintura. Una voz masculina y tensa sonó a

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