Capítulo8

Manuel la besó. 

María, al ser besada repentinamente por Manuel, perdió completamente la razón. 

—¡Idiota, te voy a matar!—exclamó enfadada, con los ojos bien abiertos intentando parecer intimidante. Sin embargo, su voz melódica no lograba darle el efecto deseado. 

Cuanto más intentaba resistirse, más vibrante y atractiva parecía. 

¡Matarlo! Esa idea era audaz. Manuel nunca había encontrado a alguien tan osado frente a él. La osadía de María despertó su interés. 

—Señorita García, felicidades, has capturado mi atención—dijo con un brillo malicioso en sus ojos. 

Se inclinó para examinarla detenidamente. Había visto muchas mujeres hermosas, pero María era la primera que realmente le interesaba. Tenía que admitir que desde que la vio por primera vez en una fiesta, algo en su interior se había conmovido. 

La piel de María era suave y tentadora, como un durazno fresco, y sus ojos, aunque intentaban ser feroces, solo conseguían hacerlo sentir más atraído. 

—¡Estás loco!—María, asustada y repelida por la intensidad de su mirada, aprovechó un momento de distracción de Manuel para empujarlo y huir apresuradamente de la habitación del hospital. 

María, al llegar al pasillo, escuchó vagamente la risa baja de Manuel y aceleró su paso para alejarse. 

Grupo García, una empresa centrada en bienes raíces de tamaño mediano, estaba ubicada al norte de Aurelia. Cuando María llegó, agotada y despeinada, eran las tres y media de la tarde. 

—Señorita, el señor García todavía está en una reunión—le informó Juan Martínez, el secretario de Javier, mientras le ofrecía una taza de café con respeto. Juan, un hombre de unos cincuenta años muy competente, era el secretario que más tiempo llevaba trabajando junto a Javier. 

María, sin ganas de tomar café, lo dejó a un lado y preguntó con preocupación. 

—Juan, tengo algo urgente que discutir con mi padre, ¿cuánto falta para que termine la reunión? 

Juan miró su reloj y respondió: 

—Aproximadamente media hora. 

—Está bien, Juan, ve a hacer lo tuyo, yo esperaré aquí. 

María se había especializado en finanzas y contabilidad en la universidad. Tras graduarse, se unió a la empresa familiar como vicepresidenta financiera siguiendo los deseos de su padre. Dejó su cargo para ser ama de casa a tiempo completo después de su boda con Nicolás. 

Al principio le encantaba su trabajo y lo disfrutaba, pero renunció impulsivamente bajo la influencia de Nicolás para centrarse en su hogar. Ahora comprendía que todo había sido parte de un plan premeditado por Nicolás. 

¿Cuántas cosas más le había ocultado Nicolás? 

María, con los labios pálidos y apretados, se sentía sumamente abatida. 

Cuando Javier salió de su oficina y vio a María sentada en el sofá, se acercó y le acarició la cabeza con una sonrisa. 

—María, ¿qué te trae por aquí hoy para visitar a tu padre? 

—Solo vine porque te extrañaba, papá. 

Después de su matrimonio, Nicolás siempre enfatizaba la importancia de cultivar su relación, y María, siguiendo su consejo, apenas había vuelto a la empresa y se había distanciado gradualmente de su padre, poniendo a Nicolás siempre en primer lugar. 

Ahora, al ver la amable expresión de Javier, María no sabía qué sentir. La humillación, el desengaño y un torbellino de emociones la llenaban de un arrepentimiento tan profundo que deseaba poder retroceder el tiempo. 

—Juan me dijo que tenías algo urgente que discutir, ¿es que necesitas dinero? 

—No, no es eso—respondió María, negando con la cabeza antes de preguntar directamente, —Papá, además del cincuenta por ciento de las acciones que me diste, ¿cuánto te queda a ti? 

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