Capítulo 6 

Superficialmente, la cena de ese día era un pequeño intercambio formal de negocios, y estaba llena de gente de alto nivel del mundo empresarial. 

La gente del alrededor se calló poco a poco al escuchar la conversación entre Estefanía y Omar. 

“Vamos, baila”. Cuando el señor Vargas vio que Estefanía no se movió ni dijo nada, la incitó de nuevo en voz baja, “Y si no sabes, entonces lárgate”. 

Estefanía mantuvo una sonrisita en la comisura de sus labios y miró fijamente al otro sin decir ni una palabra. 

Aunque el señor Silva sabia que la petición era excesiva, no habia logrado quedar con el señor Vargas más que con la excusa de una cita a ciegas. 

Sumado a que la noche anterior habia habido problemas en la familia López, si Estefanía armaba un lío en ese momento, ¡la cosa se pondría fea! 

“Señora Estefanía…”, le urgió en voz baja. 

Estefanía estaba jugueteando con su copa vacía y manteniendo la sonrisa, miró a Omar por unos segundos, y de repente, extendió la punta de sus dedos y le quitó con suavidad el cigarrillo que el otro tenía a medio fumar. 

“Puedo bailar, te va a costar cinco millones, ¿los tienes o no?”. 

“¡Tú!”. El otro no esperaba que Estefanía soltara tal cosa, “¡Ni que valieras cinco millones!”. 

La mirada de Estefanía, que se habia enfrentado a él, se volvió de repente 

e severa. 

Ella sujetó la colilla del cigarrillo y lo aplastó directamente en la pierna de él. 

Omar, dolorido, soltó un gruñido ahogado y por reflejo soltó una fuerte bofetada hacia la cara de Estefania. 

En el instante que la mano voló hacia ella, Omar sintió un dolor agudo en la palma. 

Estefanía le torció el dedo gordo y, tras un breve momento, le devolvió la mano con una mirada feroz y levantó levemente una ceja hacia él. 

Omar miró alrededor por instinto y se sintió avergonzado, con enojo, la apuntó con el dedo y dijo con voz grave: “Desagradecida! ¡Verás si no hago que tu familia López no pueda ni pisar Esperanza Nueva!”. 

Omar la insultó, pero Estefanía no pudo evitar sonreir ligeramente. 

Ella no había querido empezar una pelea, sólo pensaba en pasar la noche sin problemas por respeto a su abuelo, y si Antonio quería usarla, tendría que ver si ella estaba 

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dispuesta. 

Pero ese perro ladró demasiado fuerte y fue demasiado irritante. 

Al mismo tiempo, de repente, se escucharon saludos respetuosos en la entrada. 

Apenas oyó que mencionaron al ‘señor Mendoza”, Omar levantó la vista hacia la 

puerta. Estefania estaba de espaldas a la entrada, cuando oyó eso, también se tensó al instante. 

Carlos caminó lentamente hasta un sofá cercano y se sentó, cruzó levemente sus largas piernas y escuchó los halagos de los presentes sin expresión alguna, pero su mirada estaba puesta en la silueta familiar de no muy lejos. 

Asi que no se había equivocado la noche anterior en el centro comercial. Ella había vuelto. 

Parecía más alta y más delgada. 

Muchos de los presentes conocían la historia de Carlos y Estefanía de años atrás, y con la repentina aparición de Carlos, la atmósfera se volvió un tanto delicada. 

Incluso si Estefania habia sido la mujer que Carlos había rechazado en su día, todavía habia cierto contacto entre ellos. 

Omar se quedó parado unos segundos, luego pasó por delante de Estefanía y se dirigió rápidamente hacia Carlos, quien no había sido invitado a la reunión. 

“Señor Mendoza, ¿cómo es que hoy se dignó a visitarnos?”. Omar cambió de actitud de inmediato y mostró una sonrisa cautelosa frente a Carlos. 

Carlos retiró la mirada, miró a Omar y pregunto con indiferencia: “¿No puedo venir?”. 

Con sólo una frase y unas pocas palabras, Omar sintió un sudor frío recorrer su espalda y se apresuró a decir: “¡Claro que si! ¡Todos aquí estarán encantados con la presencia del señor Mendoza!”. 

No hacia falta hablar del poder intimidatorio de ese hombre, si se enfadaba con él, destruir la familia Vargas no sería más que mover un dedo para Carlos. 

El último que se habia metido con Carlos hacía tiempo que no aparecía, no se sabia si estaba vivo o muerto. 

Carlos frunció el ceño, como si le molestara un poco el adulamiento excesivo de Omar. 

Su mirada pasó por encima del hombro de Omar y cayó otra vez en la figura delgada que seguía de espaldas a él. 

Después de un rato, entreabrió sus labios y dijo: “¿Qué pasa, Srta. López? ¿Ya no me 

reconoce?”. 

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