Capítulo 35 

“Además, desde tiempos inmemoriales existe la creencia de que se puede deshacer las malas vibras con una boda, si te casas con la familia Vargas, capaz que al abuelo se le mejora el ánimo y hasta su salud…”. 

“No digas tonterías”. Estefanía estaba harta y giró la cabeza para decirlo con voz baja y firme. 

“Tú…”. Antonio se quedó sorprendido por el regaño. 

“Ya te dije mil veces, no me voy a casar con Omar, y como tú fuiste el que estuvo de acuerdo, jarréglatelas tú!”. Estefanía terminó de hablar, cerró de un golpe la puerta del consultorio del médico y dejó a Fabiola y Antonio afuera. 

El anciano no podría escuchar esas tonterías en ese momento, ella no quería ser la causa de que se pusiera de mal humor. 

“¿Cómo puede ser tan rebelde?!”. Antonio mostró una expresión horrible, se giró para intercambiar una mirada con Fabiola. 

“Papá, mejor piénselo bien usted mismo”. Fabiola suspiró levemente y dijo. 

“Si Estefanía se casa, todavía podría tener alguna esperanza con la familia Mendoza. Si ella no se casa, seria una calamidad para el resto de nuestras vidas”. 

Cuando Estefania llegó a su apartamento ya era de madrugada, estaba tan cansada que ya ni podía pensar, y en cuanto tocó la almohada se quedó dormida. 

Al día siguiente, aún no había recobrado la conciencia del todo cuando su celular empezó a sonar insistentemente. 

Al segundo timbrazo, Estefanía contestó medio dormida: “¿Quién es?”. 

“Buenos días, ¿hablo con la Sra. Mendoza?”, preguntó la otra persona con cautela. 

Esas palabras “Sra. Mendoza” hicieron que Estefanía se despertara de golpe. 

Se quedó en silencio por unos segundos antes de responder: “No, se han equivocado”. 

Miró el número en la pantalla y vio que era un número desconocido de su país. 

“Entonces… ¿es la Srta. López?”, la persona pregunto de nuevo con respeto. 

Veinte minutos después, Estefanía llegó jadeando al jardín de infantes e inmediatamente vio a Joaqu y a unos cuantos niños parados frente a la oficina de la directora. 

Joaquin tenia un rasguño en la cara y los demás niños tampoco se veían mucho mejor. Obviamente habían estado peleando. 

Los otros niños estaban llorando, sólo Joaquín se mantenia firme y en silencio con los ojos rojos. 

“¿Qué pasó?”. Estefania se acercó rápidamente a Joaquin, se agachó frente a él y le tomó suavemente. de la mano. 

Joaquin al principio quiso liberarse, pero cuando giró la cabeza y vio que era Estefania, al siguiente segundo se lanzó a sus brazos, escondió su rostro en su pecho y comenzó a llorar. 

No sabía por qué, pero aunque Joaquin no lloraba fuerte, logró tocar el corazón de Estefanía, quien lo 

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abrazó fuerte y sintió una punzada de dolor por él. 

“¿Todavía tienes cara para llorar después de haber golpeado a nuestro hijo así? Todos tenemos sólo un niño en casa, si le pasara algo serio, ¿cómo podrían compensarlo?”, uno de los padres empezó a reclamar. 

Estefanía no dijo nada, sólo levantó la vista hacia ese padre e hijo. 

El hijo era grande y fuerte, sobresalia entre los demás niños del jardín de infantes por lo menos por una cabeza, y tanto el padre como el hijo tenían un aspecto intimidante, de esos que a simple vista no parecen razonables. 

“¡Exacto!”, otro padre se unió al reclamo. 

Al escuchar el alboroto, la directora salió de la oficina con los demás padres y le preguntó a Estefania: “¿Usted es la madre de Joaquin Mendoza?”. 

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