Capítulo 8

Cayó la noche. Hilario llevó a Eliana a un club de entretenimiento. 

Las grandes puertas doradas estaban incrustadas con gemas de diferentes colores, reflejándose en el mármol blanco con un deslumbrante arcoíris. 

Después de entrar en el club, Eliana no pudo evitar soltar una risa impotente al darse cuenta de lo incompatibles que eran ella y este entorno. 

Y ella solo vino aquí para cerrar el trato que Hilario le había mencionado. 

En un lugar cercano, Roberto Morales, que estaba coqueteando con dos señoritas de familia adinerada, entrecerró los ojos al ver a la mujer junto a Hilario. 

Aunque ella solo vestía un traje de oficina común, sus hermosos rasgos faciales eran muy destacados y atractivos. 

Con largos pasos, Roberto se acercó a Hilario y lo saludó: 

—Hilario, ha pasado mucho tiempo sin vernos. 

—Roberto, me alegra volver a vernos. 

Eliana, parada detrás de Hilario, lucía una sonrisa profesional mientras evaluaba al hombre frente a ella. Vestía una camisa roja y pantalones de traje negros, irradiando un aire desenfadado y elegante con cada gesto. 

Hilario notó que la mirada de Roberto se mantenía fija en Eliana y una sonrisa de triunfo se dibujó en sus labios. 

—Roberto, ¿si estás interesado en discutir los detalles de la colaboración del terreno en el oeste de la ciudad? 

—Lamentablemente, Hilario, aunque me gustaría colaborar contigo, alguien más me ha ofrecido condiciones más favorables —respondió Roberto con una leve sonrisa en su rostro. 

Hilario mantuvo su expresión y una sonrisa falsa. Respondió: 

—No esperaba que alguien se me adelantara. En ese caso, no te molestaré más. 

Al terminar su frase, se dio la vuelta para marcharse. Eliana apresuradamente lo siguió y escuchó la voz baja y profunda del hombre desde delante de ella: 

—Si logras concretar esta colaboración, aceptaré tu petición. 

Instintivamente, Eliana levantó la vista y vio en los ojos del hombre la señal de una orden irresistible. 

Un escalofrío recorrió su cuerpo y giró la cabeza para mirar hacia donde estaba Roberto. El hombre sonreía de forma sutil, con una mirada que parecía la de un cazador que había encontrado a su presa… 

Nerviosa, Eliana agarró el brazo de Hilario. Sin embargo, Hilario solo dejó unas palabras frías: 

—Si no logras cerrar ese trato, no tendremos más lugar para negociar sobre lo que pediste. 

Dicho esto, ignoró la mirada suplicante de la mujer, apartó su mano y abandonó el club sin mirar hacia atrás. 

Eliana miró la figura decidida de Hilario y sintió un dolor punzante en su corazón, sus ojos se oscurecieron ligeramente. 

Esto era solo un trato, ¿acaso él quería… que ella se vendiera para llevarlo a cabo? 

Roberto se le acercó a ella, observándola con picardía. Preguntó: 

—Señorita, ¿cómo se llama? 

Eliana, aturdida, miró al famoso mujeriego y apretó un poco los labios, sin decir nada. 

Al ver su renuencia, Roberto arqueó una ceja, por primera vez vio a una mujer que le mostraba una cara fría. Sin embargo, no disminuyó la sonrisa en la comisura de su boca cuando dijo: 

—Ya que estás aquí, divirtámonos. 

Mientras hablaba, extendió la mano para rodear la cintura de Eliana y la atrajo hacia su pecho. 

Eliana sintió la mala intención del hombre a su lado y trató de apartarlo empujándolo, pero él no se inmutó. En ese instante, ella percibió claramente el aumento de fuerza en su agarre. 

Recordando a su padre, Eliana se esforzaba por aguantarlo apretando los dientes. Mirando el lujoso y opulento lugar, dejó de resistirse. Ella no quería enfadar a esa persona y arruinar la oportunidad de negocios. 

Media hora después… 

Hilario regresó a su mansión y miró el reloj en la pared. El tiempo pasaba segundo a segundo, y su expresión también se volvía cada vez más impaciente. 

¿Volverá ella esta noche? 

Se ajustó la corbata, sintiendo una obvia irritación. Fue él quien la envió allí, pero ya no le importaba si ella regresaba o no. 

*** 

Ya eran las altas horas de la noche, Eliana, con paciencia, acompañó a Roberto hasta que la cena terminó. 

Desconcertada, se quedó parada en la puerta del salón, sin saber qué hacer a continuación. 

Roberto pareció comprender su confusión y sonrió maliciosamente: 

—Todavía tienes asuntos pendientes… ¿Ya quieres irte? 

—Entonces, ¿tú…? 

—Ven conmigo a mi habitación, de esta manera podremos “comunicar” tranquilamente. 

La sonrisa de Roberto en los labios no era amigable en absoluto. Sin darle a Eliana la oportunidad de hablar, la tomó fuertemente del brazo y la condujo hacia la habitación preparada. 

Una vez dentro de la habitación, Eliana se sintió aún más inquieta. Miraba cautelosamente al hombre frente a ella. 

Roberto se detuvo un poco y se volvió para mirarla. Se dio cuenta de que la mujer se encogió en una esquina de la habitación, con las manos agarrando fuertemente el dobladillo de su vestido. 

Al verla tan asustada, Roberto mostró una sonrisa aún brillante y preguntó: 

—¿Soy tan aterrador como una bestia feroz? 

—No, no. 

Eliana negó con la cabeza, forzando una sonrisa, pero su expresión rígida traicionó su ansiedad en ese momento. 

Roberto notó su rechazo en sus ojos, pero no quería dejar escapar tan fácilmente a su presa… 

Se acercó a ella con paso firme, extendiendo su largo brazo y empujándola contra la pared. 

—En una noche tan hermosa, ¿no sería una lástima si no hacer algo al respecto? 

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